“LA TIGRAMENTA DE SANTA ANA”
Juan Luis Sepúlveda Bohórquez
Puede ocurrir aquí o en cualquier parte. Algunos padres de familia de esos Cristianos viejos, que conforman su hogar con base en el respeto, los buenos modales y el amor y “como lo manda la Santa Madre Iglesia”, producto de su trabajo responsable, consiguen los medios necesarios para vivir sin tantas dificultades, educar la familia y algo más. Cumplen su ciclo y pasan a mejor vida.
A sus hijos dejan el ejemplo, la educación y “las cositas” que adquirieron. Fallecidos los Padres, alguien se pondrá al frente de la administración de las fincas o de los bienes. Ya sea porque le gusta el campo o el negocio, ya porque está en el pueblo o inclusive porque su olfato felino le dice que aquello le conviene.
Los herederos depositan la confianza en uno de ellos y aceptan que se responsabilice de todo. Hacen el simulacro de repartición de bienes en el sentido de “ponerle dueño” a algunos animales y definir algunos cortes o mejoras, predios, lotes o apartamentos para unos y para los otros, incluyendo los objetos personales de los difuntos. La finca sigue siendo de todos. Esperan que obtenga algunos ingresos para él, en compensación a su trabajo y dedicación. Pero también desean que sus mejoras, animales y bienes progresen, que den algún rendimiento.
En vacaciones de final de año se reunirán todos o la mayoría de ellos en su Casa Paterna, anhelan compartir una vez más la Navidad y el Año Nuevo como en los viejos tiempos de la infancia y la adolescencia cuando todos dormían “en la misma pieza”.
Antes, leones, broca, roya, heladas, ranilla y hasta los tigres existían por allá “en otra parte”, de eso se sabía porque “lo dijeron en la radio”, la televisión, el periódico o algún “práctico de la Federación”.
Los tiempos cambian y la gente también. Esas plagas y fieras se han apoderado de la finca. Curiosamente, ya no están, por ser quizá fin de año, o por llegar tanta gente a la casa o quizá solamente “vinieron en tiempo de la cosecha” y desaparecieron. Probablemente volverán el año entrante.
Quienes vienen “de lejos”, después de compartir con la familia, preguntan con disimulo por la cosechita de café, maíz, chirimoyas, naranjas, yuca, papa apio, frutas, flores, etc. Y la respuesta del “Administrador” es inmediata: “la cosecha estuvo muy mala”, “parece que llegó la roya o la broca”, la calina, el mal tiempo, el chamusco, en fin: “eso se jodió todo, no dio ni para los gastos”. Creerle o no, es el reto. Bueno, si él lo dice, será porque así es y “para evitarse vainas” nadie dice nada, aceptan la respuesta y explicación dada.
Días después programan la visita a la finca donde estará el ganado: El Valle, El Páramo o El Alto, El Plan, La Loma, Agua Blanca, etc. y vaya sorpresa, sólo están los animales del administrador de la finca. Los demás “se los comió el tigre”. La incredulidad se apodera de todos... ¡qué se los co..., “Sí, los de la sucesión se los comió el tigre, y dizque hay varios”. Vuelven a escuchar de manera tajante y clara.
Varios Tigres ha dicho, y se preguntan: ¿tigres aquí, de qué clases, solamente fieras o también humanos?. Un Tigre o unos Tigres que no atacan a los animales gordos, vacunados, de buena presencia, buen porte y bien cuidados del administrador, ni a los de los vecinos. ¿Será que los Tigres son alérgicos al garrapaticida?.
Evocar el ejemplo, las enseñanzas y recordar las frases de los Viejos será un ligero y aparente consuelo. Pero los viejos yacen en el cementerio, contemplándolo todo y desafortunadamente todavía no pueden descansar en paz.
En fin, aquí y en cualquier parte, existe y existirá “La Tigramenta de Santa Ana”.
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