El Cuento del "Hueso"[1]
En un importante barrio de Toledo (N. de S.), contrajo matrimonio cristianamente una pareja. La nueva señora seguía siendo pretendida por uno de sus admiradores de soltera, sin importarle a éste la nueva condición de casada de ella, o a ella la condición de casado de él.
El nuevo esposo por sus ocupaciones y trabajo, pasaba la mayor parte del tiempo fuera del hogar días y noches, durante semanas enteras. Algunas veces él y ella sabían que tiempo estaría él fuera de la casa, en otras ocasiones no, entonces se le presentaban los viajes cuando menos lo pensaba e igualmente se aparecía por la casa en momentos inesperados.
Era un matrimonio muy feliz, estaban recién casados y todo marchaba a las mil maravillas.
Cuando el esposo viajaba, la señora se daba manera de encontrarse con su antiguo y renovado novio y generalmente nunca estaba sola. Acordaron una señal mutua para comunicarse a través de ella, por el simple hecho de verla o no, debido a que los vecinos ya empezaban a sospechar maliciosamente de la presencia de este señor en el barrio, cuando el esposo de la tal señora estaba de viaje.
El "santo y seña" que acordaron fue el de "un hueso", objeto este muy abundante en el barrio por cuanto muy cerca está ubicado el matadero municipal, luego no sería nada extraño o raro ver un hueso más o un hueso menos en el barrio. Este "hueso" lo colocaría ella colgando en la ventana entreabierta, sobre la cortina, cuando el esposo estuviera en casa, o como diría el visitante, cuando esté "enhuesada" con el esposo. Si el "hueso" no aparecía colgado en la ventana significaba que ella estaba sola y que él podía entrar a visitarla y hacerle compañía durante la noche y el día, como el ángel de la guarda. El portón de la casa estaría sin "trancar" o sin seguro, pues para evitar golpear y de pronto llamar la atención, sólo le bastaba empujar y seguir al interior de la casa.
Todo lo acordado marchaba muy bien y el "julano" siempre frecuentaba las calles de este barrio. Algunas veces lucía ropa de trabajo, en otras oportunidades uniformes deportivos, ya que también muy cerca queda algún campo deportivo. Pasaba frente a la casa y con sólo mirar hacia la ventana sabía que le deparaba el futuro inmediato.
En cierta ocasión el esposo de la señora regresó a casa inesperadamente, ansioso de ver a su esposa y de reposar a su lado. La señora se sorprendió tanto con la llegada de su esposo, el nerviosismo se apoderó de ella. A altas horas de la noche, el eterno enamorado, pasaba frente a la casa, con disimulo miró hacia la ventana y "el hueso" no estaba colgado, se frotó las manos de alegría, luego metió las manos en los bolsillos de la chaqueta, miró con sigilo a ambos lados de la calle y sobre sus hombros para asegurarse de que los vecinos no estuvieran mirando, y se dispuso a ingresar a la casa como usualmente lo hacía. Siempre acostumbraba a empujar el portón ligeramente con el hombro derecho, para evitar el ruido de las armellas. Llegó y empujó el portón una y otra vez y el portón no se abría, estaba "trancado".
La señora había olvidado colgar el "hueso" en la ventana.
Mientras adentro los esposos disfrutaban felizmente los retozos del amor, de pronto son interrumpidos por unos fuertes golpes en el portón.
El esposo sorprendido preguntó a su esposa que qué era lo que estaba sucediendo. La esposa nerviosa se levanta rápidamente, no hallaba que hacer ni que decir, al tiempo que los golpes en el portón se hacían cada vez más insistentes. Ella inmediatamente comprendió su "error" y no encontraba rápidamente la solución para salir del apuro. Empezó a decirle a su esposo que en esa casa asustaban, que alguien estaba penando, que hacía miedo, que varias veces había escuchado ruidos similares más o menos a la misma hora y siempre en el portón. Empieza a rezar y a pasearse por la alcoba. En ese entonces no tenían el servicio de la energía eléctrica. Con precaución abrió la ventana. El esposo estaba recostado en la cama. Ella continuó rezando, además era o es muy buena rezandera.
Se dirige hacia "la tabla de los santos" que estaba cerca a la ventana, toma una veladora bendita y la enciende, se voltea en dirección de la ventana, sigue rezando en voz baja y remata su rezo con lo siguiente:
Almas que están penando
no me asusten que te rezo
mi marido está en la cama
y se me olvidó colgar "El hueso".
Otra versión del remate del rezo es la siguiente:
Animas que están penando
sin deber ningún suceso
mi marido está en la cama
y se me olvidó el tal hueso
El amigo de la chaqueta en la calle escucho los "rezos" y comprendió todo inmediatamente; intentando protegerse del frío, se jala el cuello de la chaqueta y emprendió el descenso a su casa.
El esposo no escuchó más golpes en el portón, la veladora alumbraba con intensidad y su esposa continuaba rezando nuevamente en voz baja, mientras se metía entre las cobijas. Le prometió a su adorada esposa comprarle más veladoras, ya que pensaba él que los rezos y la luz de la veladora habían "corrido el miedo" y les permitiría tener una noche en santa paz. |