LA PEREGRINACIÓN DE ALPHA Y LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS

LA PEREGRINACIÓN DE ALPHA Y  LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS[1]

 

Reproducimos textualmente lo que escribió en 1853, Manuel Ancízar, en el Libro: Peregrinación de Alpha por las Provincias del Norte de la Nueva Granada y que se refiere de manera directa a las Parroquias de Labateca y Toledo.

 

“Como nada quedara por visitar al occidente de Pamplona, marchamos al oriente dirijiéndonos a las parroquias Labateca i Toledo, que distan de la capital 8 leguas la primera i 8 ½ la segunda, por estar inmediatas, separándolas el cauce de un ruidoso riachuelo.  Hai dos caminos que atraviesan páramos desieirtos i fragosos.  Fuimos por el uno i regresamos por el otro, ámbos tan malos que en el tránsito perdimos el mejor de nuestros barómetros, quebrado a causa de los violentos sacudimientos al subir i bajar los escalones i cuestas resbaladizas.  La ruta más tolerable es la que pasando por la bella planicie lacustre de Fontibón, a 2,607 metros de altura respecto del mar, sigue orillando el Chitagá i faldeando cerros poderosos de formación cretácea, en estremo trastornados junto a la violenta rotura que el rio labró al través de la serranía.   Era notable uno de los cerros por su frente cercenada i hundida en los remates inferiores, de manera que los estratos descarnados tomaron la figura de una colosal semielipse, compuesta de capas concéntricas en que las rocas se hallaban afianzadas con rara simetría, cayendo a entrámbos lados los fragmentos de la gran ruina.  Después de la rotura, que facilita como de propósito el camino, está el valle de Labateca, llamado así a pesar de no ser valle sino ladera, i en lo mas plano el pajizo i pequeño pueblo a 1,496 metros sobre el nivel del mar, con 17 grados centígrados de temperatura, desapacible durante la noche por el rocío que condensado en los bosques superiores, humedece el aire i baña la tierra copiosamente.  Sin embargo, lo sinuoso del suelo que desciende ácia las riberas de los rios por centenares de metros, proporciona climas diversos dentro de breve espacio, i variada producción de frutos, desde el algodón i la caña de azúcar hasta la cebada que soporta los helados vientos del páramo.

 

A principios del siglo pasado existia en las orillas del rio Bachagá, cerca de donde fundaron después a Toledo, un corto vecindario llamado Pueblo-Viejo, i en él una mujer anciana de nombre Bateca, india según parece, a quien debia inmortalizar la travesura de cierto muchacho que por entonces servia en el convento de San Juan de Dios en Pamplona.  Sea por haber perpetrado alguna fechoría de las gordas, o por índole andariega i disipada, el muchacho dejó su clausura, provisto de bastimentos, dentro de un lienzo que hubo de parecerle a prueba de aguaceros, i echó a caminar ácia Pueblo-Viejo.  Terminado el paseo se festejó con el residuo de su despensa en la fresca playa del rio, dejando allí el mantel, que no era sino el susodicho lienzo.  Acertó a ponerse a lavar ropa en el mismo lugar la india vieja: notó el lienzo, limpiólo, i antecogiendo las enaguas corrió a mostrarlo por el pueblo llena de alborozo, pues se había manifestado claramente pintada una imagen de la Virgen.  Todos clamaron milagro: nadie los contradijo; i quedó sancionado por la voz del pueblo que la pintura venía del Cielo, no obstante ser mala i tener sendos rasguños causados por los bastimentos de márras. 

 

He aquí nuestra vieja convertida en personaje de importancia, i empeñada en proclamar que la Virgen le había declarado su voluntad de tener una Capilla en el valle de los Locos, cerca de la confluencia de los ríos Culagá i Chitagá.  Tanto hizo, que los devotos pusieron manos a la obra con apresurado fervor, y para 1738 estuvo concluida la Capilla, donde en un camarin dorado i enriquecido con platos de porcelana incrustados entre los entalles del techo pusieron la imagen, dándola por nombre “Las Angustias” i cambiando en el de La Bateca el primitivo del valle.  Como el famoso cuadro de Chiquinquirá derivaba su celebridad de haber sido renovada la pintura por virtud divina, pareció conveniente aplicar la misma historia al de Las Angustias, i así lo refiere Oviedo, apoyado en tradiciones locales, cuando pondera la riqueza i milagros de aquel santuario.  Formóse un curato, instituyéronse fiestas, jubileo i feria con indulgencia plenaria concedida por Gregorio XVI, comenzando el 2 i finalizando el 19 de febrero, con numerosa romería de forasteros i amplio consumo de chicha; pero desgraciadamente han escaseado los milagros i disminuido las donaciones de los devotos, y el curato no es tan productivo como en mejores tiempos.



[1] Ancízar, Manuel.  Peregrinación de Alpha por las provincias del Norte de la Nueva Granada. Bogotá.  Imprenta de Echeverría Hermanos.   1853. páginas:  506 – 511.

 
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