CONTAGIO DE VERRUGAS

EL CONTAGIO DE LAS VERRUGAS


Una mañana Coraje despertó preocupado porque sabía que durante las noches de los octubres, era la única fecha en la que salía de su cueva un peligroso sujeto llamado “mil caras”.    Si este, llegara a tocar los pies de alguien, inmediatamente lo llenaba de verrugas.  Su aspecto físico era tenebroso: tenía una gran cabellera negra greñuda, sus uñas eran largas y fuertes, que podía hasta partir un vidrio grueso con ellas sin mayor esfuerzo.


Coraje, sin perder tiempo se fue corriendo rápidamente al cuarto de las herramientas, mientras pensaba que haría para protegerse de “mil caras”.  Cogió puntillas, un martillo y madera, tapó todas las ventanas y la puerta con esta madera que clavó fuertemente en ellas.


Llegó la noche y con ella todas las preocupaciones, por la aparición de este personaje que aterrorizaba a las personas. Muriel, en el día preparó bastante comida, para tener durante varios días  y estar bien alimentados.


El sujeto se disfrazó de niño pirata y salió de su cueva a caminar por el pueblo. Llegó a una casa.  El supuesto Niño Pirata, que no era otro que “Mil Caras”  se dirigió a donde estaba Coraje y golpeó en la puerta.  Coraje miró por un huequito y al ver al niño, le abrió la puerta.  Este le dijo: vengo por unos dulces.  Muriel que estaba cerca y escuchó el pedido del “niño pirata” le dio unos pocos dulces.  El niño pirata, pidió más, porque eran muy poquitos y estaban en el mes de los niños. 


Justo, que también los observaba le dijo que no podían darle más, porque también le darían a otros niños que vendrían más tarde a pedir. El niño pirata, votó su sombrero al piso, lo pisó y gritó: “quieeeeero   maaaaaás   duuuuuulceeeeeees”.  Justo se disgustó por la actitud del niño pirata y le dijo que se marchara de la casa, que se fuera, que no fuera grosero.  “Mil caras” se enojó, cambió de voz, hablando con su voz normal, que producía escalofrío y lentamente fue recobrando su tamaño natural, le empezó a crecer la cabellera, las uñas, las muelas y desesperadamente le botó los dulces en los pies a  Justo.  Justo sintió como si lo hubieran quemado y se miró los pies y en seguida vio como unas verrugas horribles empezaron a brotarle por todo el cuerpo.


Coraje, temblando de miedo, buscó y buscó y al fin encontró un traje antiverrugas para su protección.  Recordó una receta que le enseñó su abuela: zanahoria, arena, café, tinta, candela,  papel y agua.  Echó estos materiales en una olla muy grande y los mezcló todos.  Dijo que esta agua era bendita y que curaba cualquier enfermedad. Justo tomó e invitó a toda la gente para que tomara agua también. “Mil caras” no sabía de los poderes del agua y tomó.  Toda la gente que se había contagiado, se mejoró y “mil caras” no volvió a contagiar a nadie por el poder milagroso del remedio.


               
YOLIMAR SEPÚLVEDA RIVERO (8 años).


Cuento seleccionado como finalista por la Revista  Semana Junior en un concurso infantil en octubre de 2003.

 
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